Qué es un activo editorial y por qué es una buena inversión

 

El nombre “Activo Editorial” nos vino como anillo al dedo. La sorpresa fue inmensa cuando descubrimos que no existía el concepto en los resultados de búsqueda de Google.

Activo Editorial es la conceptualización exacta de lo que hacemos, y, además, de momento, no es un concepto que esté siendo utilizado en el mercado o en la industria.

En nuestra incredulidad, fuimos y le comentamos a ChatGPT:

—No encontramos resultados de búsqueda bajo el concepto de "Activo Editorial" en Google. ¿A qué se debe esto?

—Excelente observación. Lo que están detectando es muy relevante: el término "activo editorial" no está consolidado ni estandarizado como concepto técnico en los buscadores o en la literatura académica o empresarial de manera masiva. Esta combinación no tiene una entrada formal ni definición consensuada en Google, Wikipedia o manuales de negocios. Por eso no aparecen resultados claros o definiciones canónicas— responde el bicho.

Reconocimos en esas líneas que Activo Editorial —un concepto que define muy bien nuestra forma de entender los libros— es un término potente, aunque todavía no haya sido adoptado masivamente ni documentado o posicionado.

—¡Genial! ¡Posicionarlo! ¡Ese es un trabajo que podemos hacer!— nos dijimos, y comenzamos este artículo para elaborar una serie de preguntas y desarrollar, básicamente, por qué hacemos lo que hacemos.

Es evidente que “activo editorial” combina dos términos de campos distintos:

  • Activo: término proveniente del mundo económico, contable o estratégico, relacionado con los negocios y las inversiones.

  • Editorial: término propio del mundo cultural o de la industria creativa o mediática.

Empecemos por eso y veamos a dónde nos van llevando las respuestas.

¿Qué es un activo?

Un activo es cualquier recurso que tiene valor y puede generar beneficios a lo largo del tiempo. En términos contables, es algo que una persona o empresa posee y que puede producir ingresos, aumentar de valor o ser utilizado para obtener algo aún más valioso.

Desde un punto de vista más amplio, un activo no se consume al usarlo, sino que sigue aportando valor.

Para traer ejemplos clásicos, podemos mencionar las propiedades, el dinero, las patentes, las marcas, la maquinaria o la tecnología.

Aunque también puede considerarse un activo el conocimiento, la reputación, la autoridad o una red de contactos, siempre que sepamos cómo capitalizarlos.

¿Qué es un activo editorial?

Un activo editorial es un contenido creado dentro del ámbito editorial que posee un valor duradero y que puede ser utilizado estratégicamente para generar ingresos, posicionamiento o impacto cultural o social.

No se trata simplemente de un libro publicado. Un activo editorial abarca cualquier producción que, desde el universo editorial, construya valor a lo largo del tiempo.

Libros, artículos, videos, podcast, newsletters, catálogos, colecciones, contenidos digitales, e incluso marcas editoriales, pueden ser considerados activos editoriales si son capaces de sostener su relevancia y contribuir estratégicamente al crecimiento de una persona, organización o comunidad.

Y además de transmitir conocimiento o información, un activo editorial también se convierte en un vehículo para generar autoridad, posicionar ideas, abrir mercados, fortalecer identidades que perduren más allá del momento de su lanzamiento.

¿Características de un activo editorial?

Podríamos decir que existen distintos productos editoriales, cada uno con su propia lógica de producción, distribución y generación de valor. Algunos tienen un impacto directo en términos económicos; otros, en posicionamiento, autoridad o reputación a largo plazo.

Evidentemente, no todos los productos editoriales son un activo. Un activo editorial tiene ciertas cualidades que lo distinguen de una simple publicación o contenido efímero, o de un producto editorial. Estas son algunas de sus principales características:

  • Es una propiedad intelectual con valor proyectado: ya sea comercial, simbólico o estratégico.

  • Construye autoridad o posicionamiento: ya sea para un profesional, una organización o una marca.

  • Tiene valor en el tiempo: no se agota en el momento de su publicación. Al contrario, su impacto puede crecer con el tiempo.

  • Es reutilizable o adaptable: puede transformarse en otros formatos o piezas de comunicación.

  • Es acumulativo: cuantos más activos editoriales se producen, más se fortalece el ecosistema que los sostiene.

  • Y, principalmente, tiene valor estratégico: el libro ha sido pensado para alcanzar objetivos específicos para el autor, además de entregar un valor al público lector.

En nuestro caso particular, como empresa de servicios editoriales, esto último cobra un sentido aún más claro. Aunque no retenemos derechos de autor, la calidad del trabajo que realizamos se convierte en un activo propio, ya que aporta a la construcción de confianza y reputación. Esa confianza —que se gana libro a libro— también es un activo editorial. Lo que nos lleva al siguiente tema.

¿Por qué los activos editoriales son una buena inversión?

Porque nos permiten dejar de ver el trabajo editorial como un gasto aislado, y empezar a pensarlo como una inversión que construye valor a largo plazo.

  • Valor para profesionales que desean ordenar sus ideas, posicionarse y abrir nuevas oportunidades de negocio.

  • Valor para empresas que quieren capitalizar su conocimiento, ordenar sus procesos, compartir su filosofía.

  • Y valor para comunidades que producen bienes culturales con impacto real.

Los activos editoriales nos ayudan a entender el conocimiento, las ideas y las narrativas como patrimonio estratégico. En lugar de pensar un libro como un simple producto que se publica una vez, lo concebimos como una inversión que puede abrir puertas, construir comunidad, sostener una carrera o una marca.

En un mundo saturado de contenido, el contenido que perdura se convierte en un verdadero activo. Uno que no se esfuma con el scroll.

Es más, hace tiempo tenemos una idea que todavía no hemos logrado poner del todo en práctica: creemos, sinceramente, que el aprendizaje que un ministro de gobierno obtiene de su gestión pública debería convertirse en un activo de la sociedad. Ese conocimiento estratégico, acumulado desde su rol, no debería irse con él cuando deja el cargo.

Lo mismo aplica en el ámbito privado: un gerente general o un director de área de una empresa debería registrar —y compartir— los aprendizajes propios y de su equipo. Documentarlos no como un informe de cierre, sino como una contribución a la inteligencia colectiva de la organización. Eso es algo que, en cierta forma, ya estamos haciendo desde Activo Editorial, aunque nos encantaría llevarlo al mundo público.

Un activo editorial, o digital, puede nacer de la visión de un individuo, pero sin duda tiene impacto en su entorno. Porque cuando se sistematiza y se transmite el conocimiento, ya no es solo una experiencia personal: se transforma en algo útil, replicable, valioso. Y, por lo tanto, en un activo para alguien y un activo para todos.

¿Qué tipo de valor puede generar un activo editorial?

No todos los contenidos generan valor. Pero cuando hablamos de un activo editorial, hablamos de una pieza que tiene la capacidad de actuar en múltiples niveles al mismo tiempo.

Algunos generan ingresos directos; otros, autoridad y posicionamiento; muchos, impacto cultural o social. Esa es justamente la potencia de un activo editorial: no se limita a un solo tipo de valor.

Un mismo contenido puede ser, a la vez, una inversión estratégica, una contribución cultural y un vehículo de transformación social. Y eso es exactamente lo que desarrollamos en profundidad en el artículo “Un libro como activo estratégico, cultural y social”.

Pero antes de avanzar, y contemplando esta última idea, voy a dejar asentada una definición clara que nos ponga en la misma página y que todos entendamos lo mismo cuando hablamos de activo editorial:

Un activo editorial es un contenido producido en el ámbito editorial que posee valor duradero, ya sea por su capacidad de fortalecer el posicionamiento de una identidad profesional o institucional, por su potencial estratégico para generar oportunidades de negocio, o por su impacto cultural y social a largo plazo.

Traemos esta definición, además, porque definir un concepto no es solo un ejercicio intelectual, es también una manera de abrir caminos, de ofrecer una nueva forma de pensar el trabajo editorial y su impacto en el mundo.

Pensar tus contenidos como activos editoriales no es exagerar su valor: es empezar a construirlo.


 

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Te acompañamos a producirlo, publicarlo y difundirlo.

Walter Giu

Trabajo en Estrategia y Dirección de contenidos para empresas y proyectos digitales

https://waltergiu.com
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